20 enero 2011

Todo tiene un precio

Después de tantos años, por fin lo había conseguido.

Ella estaba en su casa, pasaría la noche. Muchas más noches. Más de las que él alcanzó a imaginar nunca. De hecho no sabría cuando se marcharía de allí.

No terminaba de ser como él tenía en mente, pero con el tiempo las cosas terminarían por ponerse en su sitio. Aunque por el momento no se encontraba del todo a gusto con la situación.

Él le había pedido repetidamente que se quedara en su habitación, pero ella una y otra vez rechazó la idea y terminó instalándose en el cuarto de invitados, donde pasó la noche llorando desconsoladamente, gritando con la cara hundida en la almohada, hasta quedarse sin voz y durmiéndose por agotamiento. Él podía escuchar perfectamente la agonía de la chica, desde la habitación de al lado.

Y esas noches fueron las que le hicieron sentirse como una escoria. Daba gracias por tenerla en casa por fin, después de lo mucho que la había deseado en silencio. Después de tantos años siendo solo un amigo. Pero...

¿Cómo podía sentir algo de felicidad en esos momentos? Momentos de tristeza, de pérdida y melancolía. Se dijo a si mismo que todo tiene un precio

Ella había perdido a la persona que amaba, a su compañero. La persona que la comprendía, la alegraba y quien la compenetraba. La única persona que realmente la amaba.


O eso pensaba ella.

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